CREES?
¿CREES?
(Por el pastor Emilio Bandt Favela)
«Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Hebreos 11:1)
La Biblia nos habla de la fe en nuestro Señor Jesucristo como algo indispensable para ser salvos. Tenemos pasajes bíblicos muy conocidos como el escrito por el apóstol Pablo: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios» (Efesios 2:8). Otro texto también dentro de las epístolas paulinas dice: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1).
También la fe, además de que nos es necesaria para la salvación, nos es imprescindible para agradar a nuestro Gran Dios.
Mire lo que dice la Biblia: «Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» (Hebreos 11:6).
Pero además, encontramos en la Santa Palabra de Dios que la fe es también necesaria cuando de recibir bendiciones se trata.
Hoy, le invito a hacer un breve recorrido por algunos pasajes bíblicos donde nuestro Señor Jesucristo solicitó la fe de quienes le pedían algo especial.
1. El Señor solicitó la fe de Martha para resucitar a Lázaro.
Como dice el relato evangélico, Lázaro, Martha y María eran tres hermanos que vivían en Betania, cerca de Jerusalén. Cierto día, Lázaro enfermó gravemente y las dos hermanas mandaron llamar a Jesús para que viniera a ver a Lázaro. Pero el Maestro tardó más tiempo en el lugar donde estaba y mientras tanto Lázaro murió.
Cuando Jesús fue a Betania y se acercaba a la aldea, Martha fue la primera en recibirlo y lo primero que hizo fue una especie de reclamo: «… Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Juan 11:21).
«¿CREES?». HEBREOS 11:1
Pero, enseguida hace una confesión de fe en el poder de la oración del Maestro: «Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará» (Juan 11:22).
Es entonces que el Divino Salvador le dice que su hermano resucitará. Ella pensó que el Señor se refería a la resurrección en el día postrero, misma que todos los cristianos esperamos; pero nuestro Redentor hablaba de un milagro de resurrección pronta, en ese mismo día.
Nuestro Amante Señor le dijo unas palabras hermosas que han quedado registradas en los corazones de todos los que creemos en ÉL: «Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?» (Juan 11:25-26).
Me interesa subrayar la pregunta que el Divino Maestro le hace: «¿Crees esto?». Ella le contestó con plena seguridad y firmeza: «Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo» (Juan 11:27).
Más adelante, el Señor pidió ir hasta la tumba de Lázaro y luego solicitó que quitaran la piedra y clamó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir» (Juan 11:43-44).
Creo que al igual que Martha, nosotros debemos ejercitar nuestra fe. Aunque las condiciones no sean propicias para recibir las bendiciones que tanto anhelamos, aunque nos parezca que son imposibles de obtener, tengamos fe en nuestro Todopoderoso Salvador Jesucristo y ÉL sabrá recompensar nuestra confianza.
Si usted me lo permite, usaré este mismo pasaje bíblico que narra la resurrección de Lázaro para marcar las condiciones que aparentemente obstaculizaban este milagro y cómo fueron resueltas por el Señor y por la fe de sus discípulos.
Cuando el Señor ordenó que quitaran la piedra, Martha se apuró para decirle: «Señor, hiede ya, porque es de cuatro días».
Aquí vemos por lo menos dos obstáculos que para el ser humano son insalvables:
- Cuando creemos que es tiempo inconveniente.
Martha dijo: «Hiede ya». En mi tierra dicen: «jiede». Sea como fuere, se da a entender que está descompuesto, en estado de putrefacción, el cuerpo de Lázaro apesta, emite fétidos olores. A nuestro Señor Jesucristo en muchas ocasiones le dijeron que no era el tiempo conveniente. Pedro una vez le dijo que era inconveniente que muriera en la cruz. Muchas veces los dirigentes religiosos de su tiempo le indicaron cuan inconveniente era sanar a los enfermos en día de reposo.
Pero, ¿Puede existir ocasión inconveniente para el poderoso Jesús? He aprendido que para ÉL nada es imposible.
- Cuando creemos que es tiempo inoportuno.
Martha añadió: «Porque es de cuatro días». Como si para el Señor el tiempo fuera un factor de importancia. ¿Acaso Dios está sujeto al tiempo? ¿No dice la Biblia que para ÉL mil años son como un día? El tiempo no es importante para Jesús. Tampoco debe serlo para nosotros. Alguien dijo que el tiempo es solo importante para los quesos y los vinos.
«¿CREES?». HEBREOS 11:1
Además nuestro reloj no es exacto. El reloj del Señor Jesucristo sí es exacto. En el reloj humano el tiempo era determinante para devolver la salud al enfermo. El reloj humano marcó que el Maestro no llegó a tiempo y Lázaro murió. Pero en el reloj de nuestro Señor Jesucristo no estaba contemplado el devolver la salud, sino devolver la vida.
El Maestro volvió a motivar la fe de Martha cuando le dice: «… ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?» (Juan 11:40).
¿Puede haber inoportunidad para el Todopoderoso Salvador? Es tiempo de ejercitar nuestra fe para que ÉL realice el milagro que necesitamos.
2. El Señor solicitó la fe a dos hombres ciegos para devolverles la vista.
Otro pasaje que nos marca la necesidad de la fe para recibir una bendición es la historia de dos hombres ciegos que nos relata el evangelio según San Mateo.
Sucedió que pasando Jesús rumbo a la casa donde se hospedaba, muy probablemente la casa de Simón Pedro en Capernaum, dos hombres ciegos le siguieron dando voces: «¡Ten misericordia de nosotros, hijo de David!» (Mateo 9:27).
El Señor no se inmutó y siguió caminando y los dos ciegos iban detrás de ÉL. Cuando llegó a la casa, también entraron los dos hombres esperando recibir la bendición de su vista. Entonces el Maestro les hizo esta pregunta: «… ¿Creéis que puedo hacer esto?» (Mateo 9:28).
Sinceramente creo que esta misma pregunta el Señor nos hace cada vez que le pedimos alguna bendición, especialmente aquellas que a nuestros ojos parecen muy grandes o imposibles y en las que se requiere un verdadero milagro de parte del Señor.
Los dos ciegos contestaron con plena seguridad: «Sí, Señor». Entonces el Maestro les tocó los ojos y les dijo: «Conforme a vuestra fe os sea hecho» (Mateo 9:29). Y los ojos de ellos fueron abiertos.
La Biblia dice que la fe es un regalo de Dios. ÉL nos dará de ella abundantemente.
Se dice que en un poblado había una pequeña iglesia que se había reunido para orar para que Dios enviara lluvia ya que tenían varios años de intensa sequía. Todos los hermanos fueron llegando y se sentaban en las bancas. También llegó una viejecita que traía encima un impermeable y un paraguas. Todos se extrañaron al verla. Ella les preguntó ¿Por qué se extrañan? ¿Acaso no hemos venido para orar por lluvia? ¡Eso es tener fe!
No sólo con la salvación, sino también con grandes y maravillosas bendiciones aquí en la tierra el Señor recompensará nuestra fe.
El capítulo once de la Epístola a los Hebreos es un himno a la fe de seres humanos como nosotros y es un testimonio de lo que ellos alcanzaron por medio de su fe. Hay muchísimas citas bíblicas donde se da testimonio de una fe poderosa, real, victoriosa, que mueve montañas.
Hay muchas promesas de Dios en su Santa Palabra. Preston A. Taylor dice que hay más de treinta y dos mil promesas en la Biblia. ¿Puede usted recordar una de ellas en estos momentos? Todas son nuestras por medio de la fe. Tiene mucha razón nuestro Señor Jesucristo cuando dice: «… Conforme a vuestra fe os sea hecho» (Mateo 9:29). Nuestro Dios sólo está esperando ver nuestra fe en acción para recompensarla. Pero debe ser una fe sincera, genuina.
Que su fe no sea como la de otra viejecita que debía subir y bajar una pequeña lomita para ir al templo. Un día escuchó al pastor decir que la fe mueve montañas y llegando a su casa hizo oración. Al terminar vio que la loma no se había movido y dijo: «¡Bah! Ya sabía que no se iba a quitar».
«¿CREES?». HEBREOS 11:1
Además de genuina, nuestra fe debe ser persistente. Nuestro Señor sabe recompensar una fe que no se detiene, que no claudica, que no se deja seducir por el maligno, ni por la presión de los demás, que persevera hasta alcanzar el preciado bien, la gloriosa bendición, el perfecto don.
Lo cierto es que fe es la convicción de que Dios puede hacerlo y la Esperanza de que ÉL lo hará.
Si usted tiene la fe suficiente para creer que Dios puede ayudarle y la seguridad de que ÉL lo hará, entonces usted tiene una gran fe, de esa que mueve montañas, que desarraiga árboles sicómoros, que llena el mar de montes, delante de la cual nada es imposible.
En el reino espiritual de Dios, hay dos normas establecidas por el mismo Señor Jesucristo: (1) «… Conforme a vuestra fe os sea hecho» (Mateo 9:29) y (2) «… al que cree todo le es posible» (Marcos 9:23). Tener fe en el Señor Jesucristo es más que creer en las doctrinas de la iglesia o en los artículos de fe de nuestra denominación. Tener fe en el Señor es algo más vivo. Es una relación viva y vivificante con el Maestro.
Es el creer en acción. El Señor vuelve a acercarse hasta donde usted está y le pide que reactive su fe. Permítanme compartirles lo que dice Max Lucado en su libro «Todavía remueve piedras»: «Unos piensan que la forma de Dios de hacer las cosas está patas para arriba. ¿No será que el sistema de Dios está en la posición correcta y somos nosotros los que estamos patas para arriba?Sea como fuere, Dios nos dice que mientras más desahuciada esté su situación, más cercana está su salvación. Cuanto más sean sus aflicciones, más genuinas serán sus oraciones. Cuanto más obscura sea su noche, más pronto amanecerá. Y entonces, buscará al Señor y le hallará porque le buscará con todo su corazón. ¿No lo dice así el profeta? «y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón» (Jeremías 29:13).
¿Tiene usted esa fe persistente en su Señor? ¿Cómo puede demostrarle a ÉL y a todo el mundo su fe grande, intrépida y persistente?
Fe es una de las palabras más breves del mundo del idioma español, pero es la mayor en el mundo espiritual.
La medida de nuestra fe siempre determinará la medida de poder y bendición en nuestra vida.
RINCÓN PASTORAL:«¿CÓMO ES SU FE?»
- ¿Es mucha? Como la del centurión romano: «… De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe» (Mateo 8:10).
- ¿Es poca? Como la de los discípulos que no pudieron echar fuera un demonio: «… Por vuestra poca fe…» (Mateo 17:20).
- ¿Es grande? Como la de la mujer cananea que pedía por la salud de su hija. El Señor le dijo: «… Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora» (Mateo 15:28).
- ¿Es pequeña? Como la de los discípulos que tuvieron temor en medio de la tempestad: «Él les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza» (Mateo 8:26).