DEVOCIONALES DE ALIENTO

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Dios tiene el control

Por Charles Stanley

 

JEREMÍAS 32.17

Durante uno de los períodos más difíciles de mi vida, me sentaba junto al fuego con un amigo querido y me desahogaba. Dado que este hombre era un buen oyente, él podía sentir cuando me sentía desanimado, y me recordaba que Dios tiene el control. Esta verdad se convirtió en un ancla en mi vida; no importaba cuánto se agudizara la adversidad, me consolaba saber que mi Padre celestial es soberano.

El Señor tiene gobierno, autoridad y control absolutos sobre el universo y todo lo que hay en él. La Biblia dice que hay "un Dios y Padre de todos, el cual está sobre todos, y por todos, y en todos " (Ef 4.6).

Piense en las garantías que ofrece esta verdad a los creyentes.

Primero, Dios tiene poder absoluto sobre todo, entonces nada puede suceder sin su gobierno y permiso.

Segundo, sabemos por la Biblia que Él está involucrado íntimamente en nuestras vidas personales, y que se interesa por los detalles de cada día.

Tercero, Romanos 8.28 garantiza que Él saca algo hermoso para sus hijos de todas las circunstancias —incluso de las situaciones que parecen negativas y dolorosas.

Si nuestro amoroso Padre celestial nos protege de esta manera, podemos tener paz en el presente y confianza en el futuro.

En tiempos dolorosos, ¿cómo ve usted a Dios? Es importante recordar, especialmente durante las adversidades y el sufrimiento, que Él tiene el control.

Enfocarse en su soberanía le dará la confianza para seguir adelante. Preste especial atención al poder, el amor y la capacidad de su Padre celestial.


NO SE DE POR VENCIDO EN MEDIO DE LOS DESAFIOS

Por: Charles Stanley

¿Cómo responde usted en medio de una situación dolorosa o difícil? He tenido momentos cuando lo que he querido es tirar la toalla y desaparecer. Pero siempre que he dicho: "¡Señor, ya no soporto más esto!", Él me ha fortalecido y dado dirección. Al recordar esos momentos, me siento muy agradecido con Dios por haberme dado fuerzas para no rendirme. Si yo hubiera renunciado, habría perdido el maravilloso privilegio de verle trabajar en mi vida.

Siempre que usted se sienta tentado a renunciar o huir de los problemas, inspírese en el ejemplo de perseverancia de Cristo en medio de sus angustias (He 12.2, 3). Él soportó voluntariamente la cruz porque consideró que nuestra salvación bien valía su dolor y su sufrimiento. Aunque no podamos entender lo que Dios está logrando por medio de nuestras aflicciones, podemos estar seguros de que Él utiliza todo para nuestro bien (Ro 8.28). Cuando nos enfocamos en Jesús en vez de hacerlo en nuestras dificultades, somos fortalecidos con esperanza, lo cual nos motiva a seguir adelante.

El apóstol Pablo es un ejemplo maravilloso de alguien que se negó a rendirse. Aun al final de su vida, mientras se encontraba en una prisión en Roma, pudo decir con confianza: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe" (2 Ti 4.7). Los principios que extraemos de su vida nos motivarán a seguir adelante a pesar de los conflictos o los problemas en apariencia insuperables.

Es fácil creer que el Señor está con nosotros cuando todo va bien. Pero cuando los tiempos son difíciles, debemos no desalentarnos ni rendirnos. En 2 Corintios 11.23-27, Pablo describió algunas de las persecuciones y las adversidades que había sufrido —encarcelamientos, golpizas, naufragios, peligros físicos, noches de insomnio, hambre, sed y exposición a la intemperie. Pero, en medio de todo eso, Pablo sabía que el Señor estaba con él. Ni aun los muros de la prisión y las cadenas podían robar a Pablo su gozo y su determinación, porque él sabía que estaba cumpliendo el propósito de Dios para su vida. De hecho, afirmó que sus prisiones habían "redundado más bien para el progreso del evangelio" porque toda la guardia pretoriana había escuchado de Cristo (Fil 1.12, 13).

Usted puede tener la seguridad de que si anda con fidelidad y obediencia al Señor, Él está llevando a cabo algo más grande en su vida. Cuando vemos nuestras pruebas como oportunidades para crecer en la fe, reconoceremos el valor de no rendirnos ante las experiencias difíciles y dolorosas. Dios utiliza nuestros sinsabores y sufrimientos para acercarnos a Él, y debemos utilizarlos como oportunidades para aplicar las verdades de Dios a nuestras vidas.

Dios ha prometido recompensarnos por perseverar con paciencia en las pruebas (Stg 1.12). Si entendemos realmente lo que está en juego, y lo maravillosas que serán sus recompensas, nos mantendremos fieles y obedientes, aunque nuestra peregrinación incluya grandes sufrimientos.

La manera como respondamos a los desafíos dependerá de nosotros. Podemos darnos por vencidos por el temor, el dolor y el desaliento; o podemos decidir seguir el ejemplo de entrega a Cristo que dio Pablo.


No aguanto más.

Por Charles Stanley 

Cómo mantenerse en movimiento cuando los tiempos se ponen difíciles.

¿Cuánto más espera Dios que aguante? ¿Por qué no me ayuda? ¿Alguna vez se ha sentido usted así? Las presiones del trabajo, las dificultades familiares, los problemas de salud, los conflictos personales y las luchas económicas —la lista de dificultades que nos abruman es interminable. Es difícil ver una luz al final de un túnel oscuro, cómo puede uno atravesarlo victoriosamente. ¿Dónde se pueden encontrar las fuerzas para seguir adelante cuando uno está tan fatigado?

Afortunadamente, Dios nos hace una promesa maravillosa: "Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán" (Is 40.31). Este versículo no se refiere solamente a la debilidad física. El agotamiento emocional puede ser aun más aplastante. Cuando estamos extenuados, una buena noche de sueño, por lo general, renovará nuestras fuerzas; pero cuando estamos sobrecargados de un agotamiento emocional, éste puede consumirnos por completo debido a los temores y a las dudas: ¿Cómo podré enfrentar el día de mañana? Señor, ¿dónde estás?

Así es exactamente como se sintieron los israelitas cuando el Señor habló por medio del profeta Isaías. "¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio?" (v. 27). A veces, nuestras circunstancias nos hacen sentir que el Señor se ha olvidado de nosotros. Si somos sus hijos, ¿no debería sacarnos de apuros y hacer que nuestra vida sea fácil y agradable? No necesariamente.

Esta actitud revela que estamos olvidando que el sufrimiento y las dificultades son parte de la vida, nadie está exento de ellas.

La clave para obtener la victoria se encuentra en responder correctamente a las dificultades, sin tratar de escapar de ellas. Cualquiera puede seguir adelante cuando se eliminan las cargas, pero los que confían en el Señor en medio de las dificultades, perseverarán. Sin embargo, esta clase de confianza solo es posible cuando conocemos a Dios y entendemos sus propósitos.

Sepa quién es Dios

Isaías describe al Señor como el eterno Dios y Creador, que nunca se cansa y cuyo entendimiento es insondable (v. 28). Como Dios eterno, el Señor tiene una perspectiva eterna de nuestra situación, mientras que nosotros vemos solo el presente. Puesto que Él es nuestro Creador, tiene planes para nuestra vida, y ellos se están llevando a cabo mediante cada circunstancia que vivimos. Además, Él jamás nos pierde de vista, pues siempre estamos en su pensamiento. Por otra parte, el Señor es omnisciente, lo cual significa que las razones para permitir las pruebas en nuestra vida pueden estar más allá de nuestra comprensión; pero siempre son necesarias, y con el propósito de hacernos bien.

En el mismo capítulo, Isaías describe al Señor como un pastor que cuida, reúne y conduce suavemente a sus ovejas (v. 11). Aquí vemos la grandeza del amor y la misericordia de Dios. Él se interesa y provee para nuestras necesidades, nos lleva entre sus brazos cuando estamos demasiado débiles para caminar, y nos guía suavemente cuando no sabemos a dónde ir. Todas estas cualidades deben motivarnos a confiar en Él.

Entienda lo que Dios está dispuesto a hacer

Si usted alguna vez ha estado tentado a darse por vencido o a poner quejas al Señor, tal vez sea porque le esté resultando difícil entender lo mucho que Él quiere ayudarle. "El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" (v. 29). Dios nunca tiene la intención de que vivamos dependiendo de nuestras fuerzas. Es por eso que, a veces, nos deparará momentos de debilidad para enseñarnos a reemplazar nuestras endebles fuerzas terrenales con su poder celestial. Si usted necesita fuerzas físicas o emocionales, Él puede darle de su poder divino.

Espere en el Señor

Isaías nos dice que la clave es esperar en el Señor (cf. v. 31). ¡Usted quiere alivio, no esperar! Sin embargo, esperar en el Señor no es lo mismo que esperar el final de un tiempo difícil en la vida.

La palabra hebrea traducida como "esperar" conlleva la idea de esperanza y confianza. Puesto que no sabemos automáticamente qué esperar de Dios, o cómo va a obrar en nuestras vidas, tenemos que pasar tiempo con Él, decirle cómo nos sentimos, y meditar en la Biblia para entender lo que desea hacer en nuestra vida. Si confiamos en sus promesas, nuestra ansiedad será sustituida por su paz.

Tal vez el mejor ejemplo que he visto de alguien que sabía cómo vivir con las fuerzas que Dios da, fue una mujer llamada Bertha, con quien serví en una convención. Aunque tenía 97 años de edad, esta ex-misionera en la China trabajó sin descanso durante la semana —orando por las personas, hablando con ellas hasta altas horas de la noche, y levantándose temprano. Después de un día muy largo y agotador, cuando regresaba arrastrando los pies al centro de convenciones, vi que Bertha seguía trabajando. Le pregunté: "¿Cómo hace usted para seguir haciendo esto todos los días?" Ella sonrió, y dijo: "No estoy utilizando mis energías, sino las del Señor".

En ese momento no entendí realmente lo que ella quiso decir, pero supe que era algo que necesitaba aprender.

El Señor da fuerzas para las cargas que Él permite, no para las que nos echamos encima nosotros mismos, ignorando su voluntad.

El Señor no promete impedir los problemas, pero sí que nos dará fuerzas para afrontarlos. Cuando esperamos en el Señor, creyendo que tiene poder y que está dispuesto a venir en nuestra ayuda, todo es posible.


Cuando clamamos a Dios

Por Charles Stanley

SALMO 57.1-3

Clamar a Dios es la reacción instantánea a una necesidad urgente. Se diferencia de la oración normal, que involucra períodos de adoración, peticiones e intercesión; esta llamada angustiada se concentra en una dificultad, cualquiera que sea la causa, buscamos el alivio inmediato de Dios.

Al igual que Pedro, mientras se hundía en el mar, decimos: "¡Señor, sálvame!" (Mt 14.30). Clamamos con desesperación, porque reconocemos que solo Dios tiene el poder de cambiar las circunstancias. Si estamos caminando obedientemente con Él, sustituirá al temor con valentía y confianza.

Un grito de auxilio dirigido al Padre celestial tiene sus raíces en la fe de que Él responderá con una dirección clara. Éxodo 17 detalla la manera en que el Señor demostró su fidelidad en Horeb. Cuando los errantes israelitas se quejaron de nuevo contra su líder —esta vez por su sed—, Moisés clamó a Dios: "¿Qué haré con este pueblo?" (v. 4). El Señor

Ya sea que nos estemos hundiendo en un mar de sufrimiento, o buscando con desesperación un sorbo del agua de vida de Dios, el Señor oye nuestras súplicas. Y nos dice de nuevo: "Me invocará, y le responderé; yo estaré con él en la angustia; lo rescataré y lo honraré" (Sal 91.15 LBLA).


LA PRESENCIA DE DIOS

Por Charles Stanley

Jeremías 1.6-10

¿Cuándo fue la última vez que usted sintió la presencia de Dios? ¿Cuándo fue la última vez que tuvo la convicción real, y no solamente intelectual, de que Dios estaba morando en usted de una manera personal?

Si usted es como muchos creyentes hoy, es posible que haya pasado mucho tiempo desde que realmente sintió su presencia. Muchas personas viven cada día sin tener una verdadera percepción de la cercanía de Dios.

Vemos en la Biblia, que cuando Dios llamaba a alguien a su servicio, lo primero que Él hacía era recordar a esa persona su presencia permanente. Vemos ejemplos de esto en las historias de Moisés (Ex 3.11, 12), Josué (Jos 1.1-9), Gedeón (Jue 6.12) y Jeremías (Jer 1.6-8), para nombrar apenas a unos pocos. Todas las veces que Dios llamó a la acción a uno de sus siervos, su mensaje fue: "Puedes ser fuerte y valiente porque yo estoy contigo. Tendrás la victoria, no por tus habilidades, tu fuerza, tu destreza, tu armadura, tus dones o tu dedicación; será absolutamente por mi presencia. Puedes ser fuerte porque yo seré fuerte en y a través de ti".

El Señor aseguraba su presencia una y otra vez a sus seguidores, para que pudieran recordar la razón por la que podían tener confianza. Y Él quiere hacer lo mismo con usted.

El Señor sabe lo difícil que puede ser la vida, y está consciente de los detalles de todas las luchas que usted enfrentará. Como creyentes en Jesucristo podemos tener la confianza de que nuestro Padre celestial cumplirá su Palabra. Él está ahora mismo con nosotros, y lo estará siempre (He 13.5, 6).


LAS ADVERSIDADES

POR: CHARLES STANLEY

SANTIAGO 1.2-4

Dios permite que las pruebas lleguen a su vida pues tiene un propósito para ellas. Él quiere que usted extraiga hasta la última gota de crecimiento espiritual, en vez de dejar que las dificultades le estrechen, llevándole a la desesperación y el desaliento. Si usted responde de la manera correcta, la prueba que parecía que podía destruirle se convertirá en un instrumento de bendición.

La respuesta más natural a la adversidad es gemir y suplicar al Señor que nos la quite. Si eso no funciona, podemos enojarnos o tratar de salir por nosotros mismos del dolor. A veces, lo que hacemos es culpar a otros por el problema. Es verdad que otra persona pudo haberlo causado, pero es Dios en última instancia quien lo permitió. No importa el origen de la aflicción, quién esté involucrado, o cuán perversa pueda ser su intención, cuando esa aflicción le toca ya ha sido sumergida en el amor del Padre celestial y moldeada para lograr el buen propósito que Él tiene para usted.

Tal vez la palabra clave se encuentra en el versículo 4. Dios quiere usar su prueba para desarrollar madurez espiritual; pero si no permite que ella haga su trabajo, esa oportunidad se perderá. Si pudiéramos prever todos los beneficios que el Señor ha dispuesto con las pruebas, quizás las recibiríamos mejor.

Aunque no podemos ver todos los detalles del plan de Dios, sabemos que su objetivo es usar nuestra adversidad para darnos algo que no tenemos y podamos madurar. Aunque la experiencia sea dolorosa, descanse en los brazos del Padre celestial, y permítale hacer su obra perfecta en usted.


"El fundamento de la esperanza"

Por Charles Stanley

Texto: 1 Pedro 1:3-9

Se puede definir a la esperanza como el deseo de algo bueno y la expectativa de recibirlo. Jesucristo es el único fundamento verdadero de esperanza, porque sólo Él sabe lo que es mejor, y tiene la autoridad y el poder para asegurar su cumplimiento.

Pero, ¿cómo podemos soportar los tiempos de prueba hoy? El cielo puede parecer muy distante cuando el dolor se presenta, y no haya alivio a la vista. Pero la esperanza permite aguardar un cambio positivo de las circunstancias.

¿Y qué de las ocasiones cuando nuestra situación no está mejorando —qué está haciendo Dios que es lo "mejor"? Pedro nos dice que Él está purificando nuestra fe, que resultará en gloria y alabanza. Hay algo de más valor para nosotros que el oro, e incluso que el alivio de nuestras angustias. ¡Qué paradoja! Las dificultades que nos hacen perder la esperanza, son las herramientas que el Señor utiliza para desarrollar nuestra fe y esperanza en Él.

Cristo nos promete esperanza, no sólo para la eternidad, sino también para esta vida. En esas ocasiones en que Dios no nos libra de las dificultades, podemos estar seguros de que Él está haciendo una obra mayor dentro de nosotros. Cuando finalmente arribemos a nuestro hogar eterno, nos daremos cuenta del inmenso valor de la fe que el Señor produjo en nosotros, mientras mantuvimos nuestra esperanza en Él.


Descansando en Dios

Por Charles Stanley

Guarda silencio ante Jehová, y espera en él

Salmo 37:7

Una de nuestras responsabilidades más difíciles es descansar en el Señor. La tendencia natural es hacer algo para continuar con nuestra agenda, pero un tercer requisito de éste salmo prohibe actuar antes de que Dios lo indique.

Descansar puede sonar fácil, pero eso exige una valentía sobrenatural ya que, por nuestra debilidad humana, nos impacientamos. La preocupación nos aleja del gozo y la confianza en el Señor; por consiguiente, los tres requisitos están interrelacionados. Debemos disfrutar del tiempo que pasamos con Dios para confiar en Él y consagrarnos a Su voluntad; esta confianza es absolutamente esencial para descansar en Su mano; y debemos estar dispuestos a descansar para deleitarnos realmente en Él.

Esperar con paciencia que el Señor actúe, es una de las pruebas más grandes de nuestra madurez espiritual. Cuanto más fuerte es nuestro deseo, más corta es nuestra paciencia.

A veces queremos dictarle a Dios una agenda, pero experimentar el descanso está en Su agenda. Sólo Él entiende todas las circunstancias y sabe el preciso momento en que la respuesta a nuestra oración dará el máximo beneficio. Siempre que nos adelantamos a Su divino itinerario nos arriesgamos a cosechar desengaños, sufrimientos y pérdidas.

Antes de que usted se levante de la cama cada día, diga una oración como ésta: Padre celestial, te doy gracias por responder a los deseos de mi corazón. Hoy voy a deleitarme en Ti, consagrarlo todo a Ti, y descansar en la comprensión de que todo está bajo Tu control. Y yo esperaré Tu tiempo perfecto.


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EL DESANIMO

Por: Charles Stanley

Nehemías 1.1-11

El desánimo puede sentirse como un gran peso sobre nuestros hombros. Pone freno a nuestros pasos, hace más difícil el trabajo, y reduce nuestro gozo.

Las presiones económicas, las enfermedades y los conflictos, pueden tener un alto costo emocional.

La vida de Nehemías nos enseña una lección importante en cuanto al manejo del desánimo. Él era un hebreo que vivía en Persia, y que servía como copero del rey. Cuando recibió noticias en cuanto al mal estado de Jerusalén y de la difícil situación del remanente judío que vivía allí se sintió profundamente afligido. En su tristeza por la situación, Nehemías acudió al Señor en oración. Sabía que solamente su gran Dios era capaz de cambiar la situación.

De la misma manera, cuando nosotros nos sintamos desanimados, nuestra primera prioridad debe ser clamar a nuestro Padre celestial.

En su oración, Nehemías alabó el maravilloso carácter de Dios, confesó sus pecados y los pecados de los demás, recordó las promesas divinas, y presentó su petición. Sigamos el ejemplo de Nehemías, llevando nuestras tristezas al Señor en oración.


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CUANDO SE PIERDE LA ESPERANZA

Por: Charles Stanley
Hechos 27.13-26
Las circunstancias que parecen imposibles de vencer suelen ser las que nos inquietan. Pensemos en el viaje de Pablo a Roma. Cuando surgió una furiosa tormenta, los marineros trabajaron arduamente para salvar la nave. Pero, por no poder controlar las condiciones meteorológicas, renunciaron a toda esperanza de salvarse (Hch 27.20). Hay veces que no podemos cambiar lo sucedido, ya sea la pérdida de un empleo, la muerte de un ser querido o un diagnóstico médico terrible. En tales situaciones, los sentimientos de desesperanza pueden apoderarse de nosotros. La frustración por el obstáculo puede desalentarnos y hacernos perder las esperanzas.
Cuando las cosas no van de acuerdo con nuestro plan, podemos sentirnos abandonados por el Señor. Recuerdo un período de mi vida cuando me sentía solo. Mi mente me decía que Dios estaba conmigo, pero mis sentimientos me decían otra cosa. Para rechazar este estado de ánimo, buscaba al Señor por medio de la lectura de la Biblia y la oración.
En momentos así, puede elegir entre centrarse en sus circunstancias, o fijar su mirada en nuestro Padre celestial, y confiar en Él.
No debemos enfrentar las pruebas, al parecer insuperables, con nuestras propias fuerzas. En vez, debemos confiar en el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros. La promesa de Dios es ayudar al pueblo desanimado.


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Los niveles de fe en la vida del creyente

Por Charles Stanley

MARCOS 11.20-24

Es bueno hacer una pausa de vez en cuando para evaluar dónde estamos espiritualmente. Todos los cristianos estamos en alguno de los tres niveles de la fe.

Aunque todos pasamos tiempo en cada uno de ellos en algún momento de nuestra vida, nuestro objetivo debe ser ascender siempre.

El nivel 1 es el de la poca fe. Esta etapa se caracteriza por la dificultad de creerle a Dios. Tenemos la esperanza de que Él responderá nuestras oraciones, pero no estamos seguros. A veces se cuelan las dudas, porque vemos la situación, no al Señor y su Palabra. O quizás nuestro problema es que no sabemos lo que Dios ha dicho en la Biblia, y por eso no tenemos nada para afianzar nuestra fe.

El nivel 2 es de la fe grande. Me gusta llamarlo "fase de ensanchamiento de la fe", porque implica esforzarse para creerle al Señor más y más. Los cristianos en este nivel comienzan a afirmarse en la verdad de la Palabra. Cuando dejamos que ésta moldee nuestro pensamiento, podemos saber que Él nos concederá nuestras peticiones.

El nivel 3 es de la fe madura. Este se caracteriza por el descanso en la confianza de que el Señor ya nos ha concedido lo que le hemos pedido. Cuando nuestras peticiones cuadran con su voluntad, ellas son un hecho consumado. Nuestra tarea es sencillamente darle las gracias y ver cómo su promesa se convierte en realidad.

No importa en qué nivel esté usted hoy, el Señor quiere que siga ascendiendo. Permanecer en su Palabra es la única manera de avanzar. ¿Cómo podemos creerle a Dios si no sabemos lo que Él ha dicho que hará? Pero si usted sabe lo que Él ha prometido, persevere; no se rinda.



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JESUS, EL SANADOR

Por Charles Stanley

MATEO 14.14

Cuando yo tenía once años, encontré a mi madre en su cama, luchando por respirar. Mi reacción fue caer de rodillas y orar por ella. Al día siguiente, se comenzó a recuperar, y nunca más experimentó el mismo padecimiento.

Los que enseñan reanimación cardiopulmonar dicen que el primer paso en una emergencia es llamar para pedir ayuda. Es un buen consejo, pero también debemos desarrollar la reacción de clamar a Dios por su ayuda. Dios quiere que vengamos delante de Él con nuestra necesidad, reconociendo su capacidad y poder supremos.

El gran Médico tiene el poder para ayudar. Él nos creó, y conoce cada mecanismo de nuestros cuerpos, hasta el más mínimo detalle. A veces, Él decide quitar de inmediato el problema cuando le pedimos; otras veces, por su amor y su omnisciencia, permite que el padecimiento continúe.

La Biblia está llena de historias en cuanto a las sanidades físicas, emocionales y espirituales que realizó el Señor. Por ejemplo, el Antiguo Testamento habla de una sanidad divina de esterilidad (Gn 17.18, 19; 21.2) y de lepra (Éx 4.6, 7). Y luego, en el Nuevo Testamento, bastaba un toque de Jesús para que las personas fueran sanadas. Jesús dio también a sus discípulos autoridad para sanar en su nombre (Mt 10.1).

Cuando usted lea la Biblia, note la frecuencia con que Dios sanaba a las personas, y cómo valoraba la fe de ellas. Cuando usted tenga una necesidad, pida su ayuda. Caminar estrechamente con Él es siempre la mejor y más sabia decisión.