Puestos
los ojos en Jesús". Hebreos 12:2.
Es
siempre obra del Espíritu Santo el apartar nuestros ojos de nosotros mismos
para ponerlos en Jesús; pero la obra de Satán es diametralmente opuesta a esta,
pues él está continuamente procurando que nos miremos a nosotros mismos en
lugar de que miremos a Cristo. Satán nos dice: "Tus pecados son demasiado
grandes para ser perdonados; tú no tienes fe, no experimentas sincero
arrepentimiento, no podrás perseverar hasta el fin. Tú no tienes el gozo que
tienen sus hijos y eres inconstante". 
Todas
estas consideraciones se dirigen al propio individuo, y nosotros nunca
hallaremos consuelo o seguridad si miramos allí. Pero el Espíritu Santo aparta
enteramente de allí nuestros ojos. Él nos dice que nosotros no somos nada, pero
que "Cristo es todo en todos". Recuerda, por lo tanto, que no es tu
adhesión a Cristo lo que te salva, sino Cristo mismo; no es tu gozo en Cristo
lo que te salva, sino Cristo; no es ni aun tu fe en Cristo (aunque la fe es el
medio), es más bien la sangre de Cristo. 
Por lo
tanto, no mires a la mano con la que te tomas de Cristo, sino a Cristo mismo;
no mires a tu esperanza, sino a Jesús, la fuente de tu esperanza; no mires a tu
fe, sino a Jesús, el autor y consumador de la fe. Nunca hallaremos felicidad
por mirar a nuestras oraciones, a nuestras obras o a nuestros sentimientos. Es
lo que Jesús es, no lo que nosotros somos, lo que da descanso al alma.
Si
queremos vencer enseguida a satán y tener paz con Dios, tenemos que mirar a
Jesús. Pon los ojos únicamente en Él. Que Su muerte, Sus sufrimientos, Sus
méritos, Sus glorias, Su intercesión se conserven frescos en tu mente. Cuando
te despiertes a la mañana, míralo a Él. No permitas que tus dificultades,
desilusiones o tus temores se interpongan entre ti y Jesús. Síguelo
diligentemente y Él nunca te dejará. -C. Spurgeon
La
incredulidad se pregunta: ¿Cómo podrá ser tal y tal cosa? Está llena de
"comos." Pero la Fe tiene una gran respuesta, para todos los
"comos," y la respuesta es: "Puestos los ojos en Jesús".
ORACIÓN: SEÑOR, altísimo y santo, manso y
humilde, Tú me has traído al valle de la visión, Donde vivo en la hondura, pero
te veo en las alturas; Veo tu gloria acorralado por montañas de pecado.
Permíteme aprender por medio de la paradoja: Que el camino hacia abajo lleva
hacia arriba, Que rebajarse es enaltecerse, Que el corazón quebrantado es el
sanado, Que el espíritu contrito es el de regocijo, Que el alma pesarosa es la
victoriosa, Que no tener nada es poseerlo Todo, Que cargar con la cruz es
llevar la corona. Que dar es recibir. Que el valle es el lugar de la visión.
SEÑOR, durante el día, las estrellas pueden verse desde los pozos más
profundos, y cuanto más profundos son los pozos, más brillan tus estrellas.
Permíteme encontrar tu luz en mis tinieblas, Tu vida en mi muerte, Tu gozo en
mi pena, Tu gracia en mi pecado, Tus riquezas en mi pobreza, Tu gloria en mi
valle. (Tomado del Valle de la Visión)