¿Porque
te abates,oh alma mía? Salmo 42:5 
El profeta Jeremías profetizó: Su alma será como huerto de riego. Y nunca más
tendrán dolor. Jeremías 31:12 ¡No estar triste nunca más! ¿Será posible? Si es
posible, ¿Porqué te abates, oh alma mía? ¿Porque? Es bueno que lleguemos a
descubrir la raíz misma de nuestras tribulaciones y de nuestros pesares. Llegar
al mismo fondo del asunto. La comprensión de sus causas, se halla dentro del
camino de su solución. Nada lograremos hasta cuando hayamos descubierto y
desalojado su fuente.
La causa
básica de nuestras tristezas no está en las circunstancias. Está dentro de
nosotros. Y es allí donde debe aplicarse el remedio. Saber esto nos resulta muy
alentador, porque las circunstancias están fuera de nuestro alcance y no las
podemos arreglar, pero podemos recibir el remedio y aplicarlo a nuestra alma.
Cuando el
salmista le planteó la pregunta a su alma, descubrió la causa de su profundos
pesares. Descubrió que el problema no estaba en lo terrible de las
circunstancias que lo rodeaban sino en las tinieblas que le habían invadido el
alma. Había perdido de vista a Dios. Estaba cargado y derrotado por "todas
las ondas y las olas" Salmo 42:7, por la "opresión del enemigo"
Salmo 42:9, y por lo que la gente dice: Mis adversarios me afrentan, mientras
me dicen todo el día: ¿Donde está tu Dios? Salmo 42:10. David preocupado con
estas cosas, se olvidó de la visión y de la experiencia de la presencia de
Dios. Su mirada que estaba dirigida hacia lo alto, se desvió hacia los
contornos. Se sintió abandonado y arruinado, y le invadió la tristeza.
Oh alma
mía, esta es también la causa verdadera de tus penas y pesares. Has perdido el
sentido de la presencia de Dios. La visión de Dios ha quedado oscurecida.
Cuando le presentamos a Dios lo doloroso de nuestras circunstancias, y
experimentamos Su dulce calma, la tristeza se va. "En tu presencia hay
plenitud de gozo" Salmo 16:11 "Dios es luz y en Él no hay
tinieblas" 1Juan 1:5. Cuando Dios está fuera de nuestra vista, cuando
hemos perdido el contacto con Él, nuestra alma se sume en la tristeza, la depresión
y la desesperación. 
Dios es
el disipador universal de toda pena, el glorioso proveedor de las alegrías del
alma. - B. M´Call Barbour